Como previa, el recuerdo más trágico del Superclásico. Principales fuentes: Infobae, Clarín, El Gráfico, Documental Puerta 12
El superclásico había sido un aburrido cero a cero en el Monumental. Las bromas entre Amadeo Carrizo y Rojitas (le robó la gorra) apenas le dieron un toque de humor a un día poco gracioso. Era 23 de junio de 1968 a la tardecita. La parcialidad empezaba a abandonar el estadio por la famosa puerta 12. Y algo sucedió, algo falló, lo que permite que tengamos esta lamentable historia aquí.
Había un clima enrarecido, apenas una lámpara iluminaba al fondo de las escaleras. El piso estaba resbaladizo y muchísima gente estaba amontonada en las escaleras. Aún hoy, 42 años después no se sabe por qué ocurrió y si los molinetes estaban puestos o no es un misterio.
Alberto Villegas, uno de los que se salvó de milagro relató a El Gráfico en 2008: “con la avalancha iban todos para abajo. Yo al principio bajaba de a dos escalones, después de a tres y al final me tuve que tirar los siete finales porque ya no me daban las patas y me iba de trompa. Caí de rodillas a la vereda. (…) y, cuando me di vuelta para buscarlo a Carlos (NdLQFG: un amigo) venían todos rodando de cabeza; incluso me acuerdo mucho de uno que bajaba chocando escalones con la nuca, ya estaba sin vida.”
"Pensaban que yo había muerto y me escribieron el número 19 en mi pecho, como si ya fuera finado. Recién en el hospital Pirovano se dieron cuenta de que todavía respiraba. Tenía los ojos color morcilla y la piel color carbón. Me estalló un oído y casi pierdo la vista. Me habían dado por muerto. Sólo recuerdo hasta que terminó el partido y me metí en la escalera de la Puerta 12. Después no me acuerdo de nada más, pero mi esposa vio en un video que los molinetes estaban puestos y que la Policía pegaba. Me salvé porque tengo una caja torácica grande" relata escalofriantemente Juan Carlos Alomo, otro sobreviviente.
El amontonamiento ocurre en la salida de cada partido. Entonces, ¿por qué sucedió? Evidentemente algo tuvo que pasar y una de las teorías más fuertes es que los molinetes ejercían como tapón para la salida de los hinchas. Ariel Dasso, ex abogado de River en el caso lo negó: “Estaba abierta (la puerta) y los molinetes por más que se diga lo contrario, ya habían sido retirados. Lo confirmaron luego las pericias. Lo que ocurrió fue un accidente ocasionado por la inconducta de la multitud, apresurada por salir”.
Claro está, que si se trata de alguien defensor del club y por ende, la seguridad, sería aceptar un grosero error y hacerse cargo de los 71 muertos. De todas maneras, los relatos de unos y otros testigos son contradictorios. Por ejemplo Enrique Acuña dijo al diario Clarín, días después de la tragedia: “Yo puedo asegurar, que diez minutos antes del final del partido, no estaba abierta. Mi hijo de 10 años se desmayó y quise salir por ahí, pero me vi obligado a subir con el nene en brazos y buscar otra salida. La puerta estaba cerrada, yo la vi. Y para peor, cuando la abrieron, quienes estábamos en las primeras filas nos encontramos con los molinetes”.
Carlos Poggi, ex director de El Gráfico vivió de cerca la declaratoria de los testigos en la comisaría el día de los hechos. “Recuerdo que lo sobrevivientes decían que los molinetes estaban colocados y que la policía cargó y provocó los apretujamientos”.
Otra teoría, mucho más rebuscada expone que la policía (eran tiempos de Onganía) reprimía y no permitió a quienes estaban adelante, salir. Por lo tanto, éstos intentando mantenerse en su lugar y los de atrás empujando habrían provocado el amontonamiento.
De una u otra manera, la tragedia no deja de ser lamentable. En lo que todos coincidían era la mala infraestructura de las salidas. La diferencia de época coincide en muchos casos con la situación de algunos estadios. La parte de tristeza y dolorosa (71 muertos, con promedio de edad de 19 años) no termina ahí.
Al día siguiente de la tragedia, un perito fue al lugar de los hechos. Los cuerpos violetas y destrozados ya habían sido trasladados en camiones, sin embargo quedaban pertenencias como cinturones, peines y hasta manchas de sangre. Un fragmento de este perito decía: “El suceso se desencadenó y alcanzó la magnitud extraordinaria conocida por la existencia en las bocas de salida de un obstáculo irremovible entre los que cabe mencionar: 1°, la puerta plegadiza total o parcialmente cerrada; 2°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más el total de molinetes colocados; 3°, la puerta plegadiza replegada y no rebatida, más algunos molinetes colocados”.
Cinco meses después, la sala VI de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, integrada por Raúl Munilla Lacasa, Jorge Quiroga y Ventura Esteves, sobreseyó definitivamente a ambos imputados y les levantó el embargo, aduciendo que todas los obstáculo de la salida habían sido removidas. Es decir, quedó en la nada.
Algunos de los familiares presentaron un recurso de amparo ante la Corte, pero se archivó el caso y otra vez, quedó en la nada. A fines del 68, la AFA y los clubes ofrecieron un resarcimiento de menos de 100.000 dólares como resarcimiento. Se debían anotar y cobrar, sin embargo, la letra chica del contrato decía que al cobrar ese dinero, no podían comenzar acciones legales. Ningún familiar decidió cobrar el dinero y tan solo una persona (Nélida Oneto, viuda) decidió realizar un juicio por el cual obtuvo 140.000 pesos ley.
“No había pensado en hacer juicio, pero un abogado de tránsito me convenció y lo ganamos. Mi esposo tenía 35 años. Pero pasó mucho tiempo, yo me volví a casar y tuve hijos. Es un hecho que tengo medio olvidado y prefiero no volver a hablar" reconoció Nélida.
Se había decretado duelo nacional y varios equipos (U de Chile y hasta el Barcelona) ofrecieron realizar un partido benéfico para los familiares de los fallecidos. Un documental de Pablo Tesoriere y una obra de teatro hicieron algo más de ruido. Pero pasaron más de cuarenta años, presidentes, abogados, jueces, superclásicos, cambiaron el nombre de la puerta (ahora es L), le pusieron baranda en el medio, los molinetes pasaron a ser electrónicos y hasta modificaron el portón. Lo que no pasó “de moda” y nadie pudo modificar es la impunidad; aquella que daña a los familiares, a los ciudadanos y sobre todo al país.
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