Tardó en llegar el buen fútbol y su lógica consecuencia. Pero una vez que llegó, parece entregarle toda la calma que no tuvo el equipo de Borghi en las primeras semanas.
El empate ante Godoy Cruz y la derrota ante Racing merecieron algo más que esos sinsabores, sin embargo caló hondo el 0-2 ante All Boys sin atenuantes y con declaraciones picantes antes de la semana sobre el futuro del DT. Para desacreditarlo o quien sabe buscando qué, se habló mucho en la semana de si renunciaría en caso de una derrota ante Vélez, sin embargo el equipo reaccionó y dejó lejos todo tipo de suspicacias.
El problema no era ni el arquero ni la línea de tres. Lucchetti estuvo seguro ante el Fortín al igual que la defensa. Cellay a base de garra se llevó sus primeros aplausos, Caruzzo y su orden y presencia en las dos áreas no son novedad y a Insaurralde le está faltando afinar un poco el juego, aunque en la marca no tuvo problemas.
El mediocampo fue otro, en nombre y juego. Si bien el doble cinco mantuvo nombres (Battaglia-Medel), el juego de ambos fue diferente. A un toque a la hora de tocar y tener la pelota, a los tobillos para cortarle los circuitos al rival y anular a los enganches-mediapunta como Martínez y Moralez, ambos reemplazados con fastidio.
Otro factor clave fue el de las bandas. Matías Giménez volvió a ser titular por la izquierda y demostró ser más parecido a carrilero que Méndez, Marín u otros que pasaron. No le sancionaron un penal que lo podría haber catapultado como una de las figuras y corrigió mucho en la parte defensiva. En síntesis, fue muy parecido a lo que hacía en el Tigre de Cagna. Por derecha, Clemente Rodríguez volvió a su excepcional nivel. Lucha y combate (a veces por demás) y una velocidad y resistencia que le permiten llegar hasta el último minuto sin una gota de cansancio. Chávez como enlace también la descosió. Le pegaron arriba, abajo y varias veces, sin embargo mantuvo cerca a los delanteros y les hizo llegar la pelota moviéndose por todo el frente de ataque.
Párrafo aparte para el discutido doble nueve. Claramente, no era el problema (fue muy criticada la decisión del DT de poner a los dos juntos), y Viatri y Palermo mostraron poder jugar juntos. Por momentos uno más atrás que el otro y en otros ratos, juntos intimidando a la dupla central. Lucas pagó con un gol y uno casi, mientras que a Martín le hicieron el foul en el segundo gol y desde su inhabilidad y carisma tuvo algunas acciones interesantes, aunque sigue sin estar en su mejor nivel.
Lo mejor del equipo xeneize fue la búsqueda permanente de ser prolijos, jugar bien y tener la pelota. Por primera vez los intérpretes estuvieron en gran nivel, a tal punto que casi no hizo cambios. Por otro lado, la actitud fue otra y si bien le pudieron haber empatado en la última, la manera de ir a luchar la pelota y de buscar, por ejemplo, las pelotas paradas, eran otras.
Cuando parecía que se acababa el ciclo Borghi y los delatores se relamían, Boca tuvo su mejor versión. Demostró ante todo, que no necesita de un hombre para jugar y que los problemas de las fechas anteriores no pasaba por la ausencia de una persona, sino por la falta de algo: juego.
Ya sin puntos límites y con la chapa tomando brillo otra vez, Boca vuelve a crecer en las apuestas y a retomar las chances de pelear arriba. El domingo ante San Lorenzo y nuevamente en la Bombonera tendrá la inmejorable oportunidad de repetir lo hecho ante el fortín y dejar entrever si el fútbol llegó a la Boca para quedarse (o irse).
El empate ante Godoy Cruz y la derrota ante Racing merecieron algo más que esos sinsabores, sin embargo caló hondo el 0-2 ante All Boys sin atenuantes y con declaraciones picantes antes de la semana sobre el futuro del DT. Para desacreditarlo o quien sabe buscando qué, se habló mucho en la semana de si renunciaría en caso de una derrota ante Vélez, sin embargo el equipo reaccionó y dejó lejos todo tipo de suspicacias.
El problema no era ni el arquero ni la línea de tres. Lucchetti estuvo seguro ante el Fortín al igual que la defensa. Cellay a base de garra se llevó sus primeros aplausos, Caruzzo y su orden y presencia en las dos áreas no son novedad y a Insaurralde le está faltando afinar un poco el juego, aunque en la marca no tuvo problemas.
El mediocampo fue otro, en nombre y juego. Si bien el doble cinco mantuvo nombres (Battaglia-Medel), el juego de ambos fue diferente. A un toque a la hora de tocar y tener la pelota, a los tobillos para cortarle los circuitos al rival y anular a los enganches-mediapunta como Martínez y Moralez, ambos reemplazados con fastidio.
Otro factor clave fue el de las bandas. Matías Giménez volvió a ser titular por la izquierda y demostró ser más parecido a carrilero que Méndez, Marín u otros que pasaron. No le sancionaron un penal que lo podría haber catapultado como una de las figuras y corrigió mucho en la parte defensiva. En síntesis, fue muy parecido a lo que hacía en el Tigre de Cagna. Por derecha, Clemente Rodríguez volvió a su excepcional nivel. Lucha y combate (a veces por demás) y una velocidad y resistencia que le permiten llegar hasta el último minuto sin una gota de cansancio. Chávez como enlace también la descosió. Le pegaron arriba, abajo y varias veces, sin embargo mantuvo cerca a los delanteros y les hizo llegar la pelota moviéndose por todo el frente de ataque.
Párrafo aparte para el discutido doble nueve. Claramente, no era el problema (fue muy criticada la decisión del DT de poner a los dos juntos), y Viatri y Palermo mostraron poder jugar juntos. Por momentos uno más atrás que el otro y en otros ratos, juntos intimidando a la dupla central. Lucas pagó con un gol y uno casi, mientras que a Martín le hicieron el foul en el segundo gol y desde su inhabilidad y carisma tuvo algunas acciones interesantes, aunque sigue sin estar en su mejor nivel.
Lo mejor del equipo xeneize fue la búsqueda permanente de ser prolijos, jugar bien y tener la pelota. Por primera vez los intérpretes estuvieron en gran nivel, a tal punto que casi no hizo cambios. Por otro lado, la actitud fue otra y si bien le pudieron haber empatado en la última, la manera de ir a luchar la pelota y de buscar, por ejemplo, las pelotas paradas, eran otras.
Cuando parecía que se acababa el ciclo Borghi y los delatores se relamían, Boca tuvo su mejor versión. Demostró ante todo, que no necesita de un hombre para jugar y que los problemas de las fechas anteriores no pasaba por la ausencia de una persona, sino por la falta de algo: juego.
Ya sin puntos límites y con la chapa tomando brillo otra vez, Boca vuelve a crecer en las apuestas y a retomar las chances de pelear arriba. El domingo ante San Lorenzo y nuevamente en la Bombonera tendrá la inmejorable oportunidad de repetir lo hecho ante el fortín y dejar entrever si el fútbol llegó a la Boca para quedarse (o irse).
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