El operativo de seguridad en el fútbol levantó la bandera del vencimiento el día que decretó que la hinchada local debía aguardar cuarenta minutos hasta que se retirara el público visitante. Ese día el operativo de seguridad se autoproclamó ineficiente: prácticamente fue decir “yo no puedo evitar enfrentamientos así que los separo”. Imagínense si los médicos nos recomendarían encerrarnos en ambientes cerrados para no enfermarnos o si los abogados nos obligaran a no entrar en relaciones con otros para no tener problemas. Es exactamente lo mismo: un disparate.
De ahí que se reproduce un Lugar Común en todas las canchas y en todas las hinchadas de todos los equipos. No tengo dudas, y lo he comprobado, el tiempo de espera –o de liberación- se ha constituido en un Lugar Común donde todos hacen lo mismo mientras esperan aburridos. Pocas cosas unen tanto las hinchadas como estas sensaciones.
La presente descripción debería considerar una variante fundamental: el resultado. Es que la espera es muy distinta de acuerdo al resultado. La espera triunfadora se hace casi imperceptible; la espera del vencido se hace casi interminable. A esta situación habría que sumarle las condiciones climáticas. La espera bajo la lluvia es una escena penosa, la espera bajo el sol se hace más llevadera… a no ser que el sol pegue demasiado. La cuestión del horario no es menor. La espera durante el día desordena las comidas: uno vuelve de la tarde de cancha y no sabe si tomar la merienda, picar algo previo a la comida, cenar… o lo que termina pasando: haciendo todo junto. La espera durante la noche desordena la salida: uno se perdió gran parte de la previa y si encima uno es de los que se baña para salir casi hay que ir directamente al boliche.
Más allá de las variantes ya descritas hay algunas escenas que se repiten siempre. Está el muchacho que con tal de salir primero se banca estar a pocos centímetros del policía sintiéndole la respiración. Nunca falta el avivado que recorre toda variante de situaciones que lo obligan a no esperar. “Que mi hijo es muy chico, que soy claustrofóbico, que mi madre está enferma, que mi señora está por parir, que tengo mal las rodillas y no puedo permanecer de pie, que me estoy orinando y los baños están inhabilitados, que en realidad soy hincha del equipo visitante pero estoy por confusión con los locales, que soy periodista y me olvidé la credencial”: todos argumentos que buscan sensibilizar al policía de corazón de piedra. Quienes ya saben cómo viene la mano esperan resignados en sus ubicaciones; esto mismo es lo que recomienda la voz de estadio. Ellos soportarán la espera mediante juegos de dudoso atractivo: contar cuántos policías quedaron en el campo de juego, contar cuántos faroles hay encendidos, cuántos paravalanchas hay en la tribuna visitante, buscar parecidos, entre otros. Los que son más inquietos recorren la tribuna de punta a punta por los distintos sectores sorprendiéndose de las distintas visiones que se tiene desde cada sector. En realidad lo de la sorpresa es bastante relativo ya que se pierde cuando es la novena vez que la policía nos obliga a hacer eso.
Después de la espera llega el momento en que el hincha des-espera. Por eso vendrán cantos ofensivos contra todo el mundo. El primero será el popular “abrí la puerta la p que te parió…”. A este canto le seguirán algunos comentarios que intentarán levantar alguna risa a pesar de que siempre son los mismos. Estos supuestos chistes van en dos direcciones: cargan al policía o al rival. En el primer caso se escucharán frases como “tirale una pizza que abre” o más subidas de tono “¿sabes qué está haciendo tu señora mientras vos estas reteniéndome?”. En el segundo caso dependerá de qué rival sea. Si son de Gimnasia de Jujuy se escuchará un discriminador: “ya están en Bolivia”; si son de Boca se escuchará: “ya están abriendo las verdulerías”, si son de algún equipo de Rosario dirán: “ya están comiendo gatos”, si son de un equipo muy chico dirán “eran cuatro”.
Más allá de todo lo más triste no son esas declaraciones sino el fracaso de los operativos.
De ahí que se reproduce un Lugar Común en todas las canchas y en todas las hinchadas de todos los equipos. No tengo dudas, y lo he comprobado, el tiempo de espera –o de liberación- se ha constituido en un Lugar Común donde todos hacen lo mismo mientras esperan aburridos. Pocas cosas unen tanto las hinchadas como estas sensaciones.
La presente descripción debería considerar una variante fundamental: el resultado. Es que la espera es muy distinta de acuerdo al resultado. La espera triunfadora se hace casi imperceptible; la espera del vencido se hace casi interminable. A esta situación habría que sumarle las condiciones climáticas. La espera bajo la lluvia es una escena penosa, la espera bajo el sol se hace más llevadera… a no ser que el sol pegue demasiado. La cuestión del horario no es menor. La espera durante el día desordena las comidas: uno vuelve de la tarde de cancha y no sabe si tomar la merienda, picar algo previo a la comida, cenar… o lo que termina pasando: haciendo todo junto. La espera durante la noche desordena la salida: uno se perdió gran parte de la previa y si encima uno es de los que se baña para salir casi hay que ir directamente al boliche.
Más allá de las variantes ya descritas hay algunas escenas que se repiten siempre. Está el muchacho que con tal de salir primero se banca estar a pocos centímetros del policía sintiéndole la respiración. Nunca falta el avivado que recorre toda variante de situaciones que lo obligan a no esperar. “Que mi hijo es muy chico, que soy claustrofóbico, que mi madre está enferma, que mi señora está por parir, que tengo mal las rodillas y no puedo permanecer de pie, que me estoy orinando y los baños están inhabilitados, que en realidad soy hincha del equipo visitante pero estoy por confusión con los locales, que soy periodista y me olvidé la credencial”: todos argumentos que buscan sensibilizar al policía de corazón de piedra. Quienes ya saben cómo viene la mano esperan resignados en sus ubicaciones; esto mismo es lo que recomienda la voz de estadio. Ellos soportarán la espera mediante juegos de dudoso atractivo: contar cuántos policías quedaron en el campo de juego, contar cuántos faroles hay encendidos, cuántos paravalanchas hay en la tribuna visitante, buscar parecidos, entre otros. Los que son más inquietos recorren la tribuna de punta a punta por los distintos sectores sorprendiéndose de las distintas visiones que se tiene desde cada sector. En realidad lo de la sorpresa es bastante relativo ya que se pierde cuando es la novena vez que la policía nos obliga a hacer eso.
Después de la espera llega el momento en que el hincha des-espera. Por eso vendrán cantos ofensivos contra todo el mundo. El primero será el popular “abrí la puerta la p que te parió…”. A este canto le seguirán algunos comentarios que intentarán levantar alguna risa a pesar de que siempre son los mismos. Estos supuestos chistes van en dos direcciones: cargan al policía o al rival. En el primer caso se escucharán frases como “tirale una pizza que abre” o más subidas de tono “¿sabes qué está haciendo tu señora mientras vos estas reteniéndome?”. En el segundo caso dependerá de qué rival sea. Si son de Gimnasia de Jujuy se escuchará un discriminador: “ya están en Bolivia”; si son de Boca se escuchará: “ya están abriendo las verdulerías”, si son de algún equipo de Rosario dirán: “ya están comiendo gatos”, si son de un equipo muy chico dirán “eran cuatro”.
Más allá de todo lo más triste no son esas declaraciones sino el fracaso de los operativos.
2 comentarios:
A propósito de "clasico", ojala el de acá este finde sea al menos, en paz.
Y... con respecto a la nota bizarra de R. Nanni que me mandaste hace unos meses, voy a ver cuando la subo, la tengo guardada, pasa que es medio dificil de clasificarla y postearla, pero seguro estará
saludos
Sobre lo de Nanni, no te sientas presionado si no lo querés poner!! Sobre esta fecha, creo que por circunstancias es la mejor del torneo.
Un saludo,
KUN
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