El Fluminense dejó afuera nada y más y nada menos que a su eterno rival Flamengo en la primera Ronda de la Copa Sudamericana. En la ida fue 0-0 y a la vuelta en cancha del Fla 1-1. El equipo de camiseta roja y negra había conformado un equipazo con ídolos del club y joyas de Sudamérica aunque se les cayó un sueño. Corrió sangre, acá abajo les dejamos un fragmento de Fútbol a Sol y Sombra donde Eduardo Galeano expresa la dimensión de este gran e histórico partido.

"En 1912, se disputó el primer clásico de la historia del fútbol brasileño, el primer Fla-Flu. El club Fluminense venció 3-2 al Flamengo.
Fue un partido movido y violento que provocó numerosos desmayos entre el público. El palco rebosaba de flores, frutas, plumas, damas y caballeros. Mientras los caballeros celebraban cada gol arrojando sus sombreros de paja al campo de juego, las damas dejaban caer abanicos, se desvanecían, por causa de la emoción del gol o los agobios del calor y del corsé.
El Flamengo había nacido poco antes a la vida futbolera. Había brotado de una fractura del Fluminense, que se partió en dos al cabo de muchos líos y muchos ruidos de guerra y griteríos del parto. Pronto el padre se arrepintió de no haber ahogado en la cuna a este hijo respondón y burlón, pero ya no había nada que hacer: El Flu había generado su propia maldición y la desgracia no tenía remedio.
Desde entonces, padre e hijo, hijo rebelde, padre abandonado, se dedican a odiarse. Cada clásico, es una nueva batalla de esta guerra sin acabar. Los dos aman la misma ciudad, Río de Janeiro, perezosa, pecadora, que lánguidamente se deja querer y se divierte ofreciéndose a los dos sin darse a ninguno. Padre e hijo juegan para la amante que juega con ellos. Por ella se baten, y ella acude a los duelos vestida de fiesta."
Fue un partido movido y violento que provocó numerosos desmayos entre el público. El palco rebosaba de flores, frutas, plumas, damas y caballeros. Mientras los caballeros celebraban cada gol arrojando sus sombreros de paja al campo de juego, las damas dejaban caer abanicos, se desvanecían, por causa de la emoción del gol o los agobios del calor y del corsé.
El Flamengo había nacido poco antes a la vida futbolera. Había brotado de una fractura del Fluminense, que se partió en dos al cabo de muchos líos y muchos ruidos de guerra y griteríos del parto. Pronto el padre se arrepintió de no haber ahogado en la cuna a este hijo respondón y burlón, pero ya no había nada que hacer: El Flu había generado su propia maldición y la desgracia no tenía remedio.
Desde entonces, padre e hijo, hijo rebelde, padre abandonado, se dedican a odiarse. Cada clásico, es una nueva batalla de esta guerra sin acabar. Los dos aman la misma ciudad, Río de Janeiro, perezosa, pecadora, que lánguidamente se deja querer y se divierte ofreciéndose a los dos sin darse a ninguno. Padre e hijo juegan para la amante que juega con ellos. Por ella se baten, y ella acude a los duelos vestida de fiesta."
(“El fútbol a Sol y Sombra”, Eduardo Galeano, página 35)
Imagen: ESPN
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