No sé si recomendable, pero libro de fútbol al fin.
La novela empieza con el relato de un partido de fútbol femenino entre Boca e Independiente. La narración, por supuesto, no tiene nada del codificado lenguaje de los comentaristas de fútbol, así como tampoco la novela tiene nada del codificado mundo de la ficción narrativa en argentina. Dalia Rosetti narra bien: sus frases son cristalinas y siempre van al punto. Una arquera se puede enamorar de una delantera en una oración; se puede asistir a la narración de la construcción de una casa en una villa en lo que dura una noche.
Dame pelota tal vez sea la novela más ambiciosa de Rosetti: hace de un mundo de mujeres en una villa miseria su argumento: sexo, lesbianismo, violencia, mafias, religiosidad popular, magia. Pero no se trata de una novela de lesbianas de clase media, no se trata de una novela de “género”, al menos no en la línea canónica de Virginia Woolf y su “cuarto propio”.
Toda la novela es un festejo, no hay lugar para el aburrimiento: se toma cerveza, siempre hay mucho sexo y mucha sangre, es profundamente vital. En esta novela los hombres directamente no existen y la tradición en la que se enmarca entabla una discusión con algunas novelas de César Aira y sobre todo con cierta literatura que se hacía en la década del 90, por ejemplo, con la obra de Cucurto. Y no es exactamente que en Rosetti haya influencia de Aira y de Cucurto, más bien se trata de un intercambio. La manera en que ella aborda estos temas hace que sea imprescindible su lectura con La virgen cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara. Dos miradas, dos escrituras muy distintas acerca de un mundo parecido.
Dame pelota tal vez sea la novela más ambiciosa de Rosetti: hace de un mundo de mujeres en una villa miseria su argumento: sexo, lesbianismo, violencia, mafias, religiosidad popular, magia. Pero no se trata de una novela de lesbianas de clase media, no se trata de una novela de “género”, al menos no en la línea canónica de Virginia Woolf y su “cuarto propio”.
Toda la novela es un festejo, no hay lugar para el aburrimiento: se toma cerveza, siempre hay mucho sexo y mucha sangre, es profundamente vital. En esta novela los hombres directamente no existen y la tradición en la que se enmarca entabla una discusión con algunas novelas de César Aira y sobre todo con cierta literatura que se hacía en la década del 90, por ejemplo, con la obra de Cucurto. Y no es exactamente que en Rosetti haya influencia de Aira y de Cucurto, más bien se trata de un intercambio. La manera en que ella aborda estos temas hace que sea imprescindible su lectura con La virgen cabeza, de Gabriela Cabezón Cámara. Dos miradas, dos escrituras muy distintas acerca de un mundo parecido.
Eterna Cadencia
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